Cuenta la leyenda (nada está probado, pero las leyendas son así, te las crees o no) que el apellido Benjumea proviene de la familia real omeya que reinó en el Califato de Córdoba allá por el siglo X. Benjumea sería la evolución de Aben Omeya. Benjumea fue también el apellido que lideró la revuelta de los moriscos en las Alpujarras en el siglo XVI. Benjumea es el apellido de la que hasta esta semana ha sido la familia más poderosa de Andalucía, muy por encima de la Casa de Alba, aunque estos últimos saliesen mucho más en la tele.
Javier Benjumea fundó Abengoa en 1941. Su hijo, Felipe, la hundió en el otoño de 2015. O al menos ha sido ahora cuando la enorme bola de deuda bancaria se ha tragado la monumental expansión de una empresa andaluza, la única que ha llegado a cotizar en el Ibex 35 y que está presente en todo el mundo.
En estos días, se suceden los análisis. Por primera vez estamos leyendo cosas que hasta ahora desconocíamos sobre lo que era una de las empresas más opacas de Andalucía, aunque supuestamente eran transparentes. Por ejemplo, la presencia de los sindicatos en Abengoa está mal vista. Sus trabajadores, ninguno lo dice en público, se quejan de la muy estricta política de recursos humanos de la compañía. Y la culpa de todo la tiene Felipe, se escribe, a quien la banca pidió que se fuera de la empresa que fundó su padre, no sin antes percibir una indemnización de 11,5 millones de euros.
Si es cierta la leyenda de que los Benjumea proceden de los Omeyas cordobeses, esta familia puede ostentar el récord de un apellido a adaptarse al medio. De dirigir el Califato de Córdoba, que llegaba a los Pirineos, a transformarse, no se sabe muy bien cómo, en una familia aristócrata y latifundista de cristianos viejos durante el periodo de la Restauración, beneficiarse de la desmortización de Mendizábal y tener muy buenos contactos con los gobiernos, fueran del signo que fuesen. La familia Benjumea estuvo en el gobierno de Primo de Rivera, primero, y de Franco, después. De hecho, en 1941, cuando se funda Abengoa, el tío del creador de la compañía era ministro y presidente del Banco de España. Más tarde, cuando el franquismo agoniza, los Benjumea forjan una amistad a fuego con el Rey Juan Carlos y después, en 1976, hasta llegan a compadrear con Felipe González. Dos expresidentes de la Junta de Andalucía, Rodríguez de la Borbolla y Rafael Escuredo, han estado en consejos de administración de Abengoa, fundaciones o empresas afines.
Hoy, el hermano de Felipe, Javier, ocupa un cargo de la Sevilla del siglo XXI que recuerda a la del XVI: hermano mayor de la Real Maestranza de Sevilla. Además de tener asientos en multitud de consejos de administración, eléctricas, medios de comunicación y telecomunicaciones incluidas, disfruta de la admiración que en Sevilla sigue produciendo ser uno de los apellidos más ilustres de la aristocracia de la capital de Andalucía.
En un mundo en constante cambio, Abengoa se supo adaptar mejor que nadie. Se anticipó al cambio climático, transformó la manera de producir energía y se expandió por medio mundo. Pero hubo una cosa que no cambió: su estructura familiar, aristócrata y su forma de llevar sus recursos humanos. El fundador además de dos hijos tuvo diez hijas más. Ninguna heredó o pudo luchar por dirigir la empresa. Sus dos hijos han mantenido, además, una estricta política con sus trabajadores.
Hoy dicen que Abengoa es como el sistema bancario español: demasiado grande como para dejarla caer. Pero hoy, en un mundo tan globalizado en el que el dinero no tiene rostro los apellidos ya no son tan importantes como en 1941.